La Musa Del Mafioso Turco
La Musa Del Mafioso Turco
Por: Maya Briceño
PRÓLOGO

"Creí que eras el hombre con el que soñé algún día pero me di cuenta de lo equivocada que estaba en el momento en el me dejaste ir por aquella puerta. Sentía que terminaríamos teniendo una historia de amor con final feliz pero esas cosas solo pasan en las películas y en los cuentos de hadas. Habia jurado encontrar el amor, que no tenia que seguir buscando mas, que no tenia que seguir sufriendo pero aun no era mi tiempo. Fuiste la persona correcta en el tiempo equivocado."

Sus dedos acariciaban con lentitud la espalda descubierta de su musa, a la que tanto adoraba y haría lo que sea por ella. La pequeña figura que le daba la espalda soltaba pequeños suspiros mordiendo sus labios, con esos simples y delicados toques la excitaba. El hombre no pudo evitar sonreír y llevo sus labios hacia su cuello besándola. Sus manos no tardaron en comenzar a tocar por encima del vestido el cuerpo robusto de la mujer que más amaba, una de sus manos bajo el cierre del vestido dejándolo caer y dejando al descubierto el pálido cuerpo frente a él.

La mujer se voltea con lentitud mientras que sus pequeñas manos van desabotonando la camisa del fornido hombre que estaba al frente suyo, mientras la quitaba dejaba besos húmedos en su pecho. La erección en sus pantalones se hacía cada vez más grande al sentir las manos de su musa en su cuerpo, necesitaba más de ella. Quería sentir sus labios con los suyos mientras gemía su nombre, con desesperación levanta el rostro de la mujer uniendo sus labios con los de ella de una manera salvaje que demostraba cuanto la necesitaba. Agarra con fuerza sus glúteos y la carga llevándola hasta su cama.

Los gemidos de la mujer se escuchaban en toda la habitación, sentía tanto placer que no podía retener sus fuertes gemidos. Sus uñas se clavaban en la espalda del hombre que la embestía con fuerza, sus respiraciones están agitadas y sus cuerpos estaban rodeados de una delgada capa de sudor. Le fascinaba como de los delgados labios de su hermosa musa salía su nombre pidiendo más, dejaba chupetones en todo su cuerpo marcado territorio como un animal. Ella desesperada por sentir mucho más de él, atrapa su cintura con sus piernas uniendo, mucho más sus intimidades soltando gemidos sonoros por parte de ambos.

(…)

La oscuridad y el silencio reinaban en la mansión donde se encontraba una mujer caminando por los tantos pasillos, estaba cansada emocional y físicamente. Todo lo que le habían revelado y descubierto era demasiado para ella, pero quería demostrar que podía ser fuerte.

Luego de tomar un vaso de agua salió de la cocina y comenzó a subir las escaleras para regresar a su habitación e intentar descansar después haber tenido un día tan raro. Cuando pasaba por el pasillo hacia su habitación observo como una de las luces estaba encendida con la puerta abierta, lo que menos quería era hablar con él, pero al menos necesitaba verlo.

Con cada paso que daba escuchaba sonidos extraños, cuando estuvo lo suficiente cerca sintió una fuerte opresión en su pecho. Su corazón latía con rapidez como si hubiera corrido un maratón y sus manos temblaban por miedo, una parte de su mente le decía que era él junto con otra mujer. Cerró sus ojos aun escuchando aquellos gemidos que se hacían cada vez más fuerte y entró hacia aquella habitación que era una oficina.

Las lágrimas en sus ojos querían salir, el hombre al cual ella quería estaba con otra mujer. Aquella mujer desconocida se encontraba poca abajo gimiendo con fuerza recibiendo embestidas bruscas, la mujer de cabello negro por un momento abrió sus ojos y miro son asombro a la otra que estaba al frente de ellos. Los dos se detuvieron y aquel hombre se colocó su pantalón mirando sin ningún sentimiento a su musa.

La de cabellera rizada se sentía humillada, asqueada, traicionada, se sentía como la m****a. Sus ojos se encontraban tan borrosos por las lágrimas que ni podía verlos bien, su risa falsa se escucha en aquella oficia dejando salir solo algunas lágrimas.

— De todas las cosas que esperaba de ti… está no me sorprende, solo eres un maldito animal buscando una nueva presa.

— Lárgate, ya no te quiero aquí. Ni en mi mansión y ni en este país.

Sin decir una palabra más ella se fue aún con aquella sonrisa falsa y dejando salir sus lágrimas.

(…)

El miedo la estaba comiendo viva mientras veía con temor como intentaban derribar la puerta de su apartamento, sus lágrimas salían con rapidez al igual que la fuerte lluvia que se encontraba a fuera. Los fuertes golpes en la puerta hacían eco en su mente mientras su cuerpo temblaba, su respiración estaba acelerada junto con su corazón. Y antes que abrieran la puerta corrió con rapidez a tomar su teléfono y correr hacia una habitación a encerrarse, justo cuando entro al baño escuchó como la puerta principal era abierta bruscamente. Sentía el miedo correr por su cuerpo y con sus manos temblando marcó a la única persona que podía ayudarla.

— Por favor, por favor... — sus susurros salían desesperadamente mientras esperaba impaciente a que respondieran la llamada, pero su amiga nunca le respondió. Escuchó como algunas cosas caían ruidosamente en la sala y las pisadas de los desconocidos se acercaban hacia donde estaba ella. No podía hacer nada, solo debía de esperar a que robaran lo que fuera y irse.

Pero lo único que aquellos desconocidos querían robar era a ella.

Uno de los sujetos intentó abrir la puerta donde estaba la mujer, pero no pudo. La puerta estaba con cerrojo, el sujeto frunció su ceño y en un desconocido idioma que ella no sabía les avisó a sus compañeros. Los sujetos comenzaron a golpear la puerta para abrirla y la mujer lo único que podía hacer era esconderse como una niña esperando por su final, nadie podía ayudarla.

Cuando la puerta fue abierta uno de los sujetos la tomo con fuerza de su brazo levantándola, otro con un pañuelo con cloroformo se lo coloco en su rostro. Aunque intentará forcejear no lograría nada, la cargaron y la llevaron hacia una camioneta negra.

El león había atrapado a su presa más deseada.

(…)

El atardecer mostraba sus hermosos colores, pero aquella mujer de cabello rizado no le importaba. Debajo de sus ojos rojos se encontraban unas leves ojeras, al frente de ella está su apartamento. Se había quedado parada allí durante algunos minutos y cuando decisión que era momento de entrar observo como su morena amiga salía y se le caía su cartera en cuanto la vio. Escucho como gritaba su nombre y corrió hacia ella para abrazarla, aquellas amigas dejaron salir sus lágrimas y entraron al apartamento.

Su amiga le había contado todo lo que había pasado en su ausencia sobre su caso y que vendría un sargento que estaba a cargo de su caso. Cuando llegó ni quiso verlo, se quedó en su habitación y lo vio pasar junto con su amiga.

— Señorita, disculpe las molestias, pero necesito hacerle algunas preguntas.

— De todas maneras las harás. — aquella chica se encontraba tan apagada y su amiga estaba preocupada por ella.

— ¿Podría decirme que paso exactamente después que la secuestraron? — en la mente de la joven comenzaron a venir todos los recuerdos que tuvo con él y no pudo evitar fruncir su frente, el sargento que estaba al frente de ella tenía una libreta lista para anotar.

— Cuando me sacaron del apartamento me inyectaron algo en mi cuello, lo más posible es que fuera una droga porque no recuerdo que paso luego. Cuando me desperté estaba en… — tomo una leve pausa para continuar y mirar al sargento. — Me llevaron hasta Turquía.

— ¿Recuerdas algo sobre quiénes la mantuvieron presa? ¿Algún nombre que nos pueda ayudar? — la morena se sentó en la cama para acariciar la mano de su amiga.

— Recuerdo algo… quién me secuestro se hace llamar "El león de Turquía".

(…)

Aquel hombre atacado a una silla y encerrado en un viejo mal oliente almacén sabía que estaba completamente jodido, lo habían acorralado. Sentía como la sangre baja por su nariz, el sabor metálico infundada su paladar. Al frente de él se encontraba el criminal que tanto buscaba, sabía perfectamente la razón por la cual lo estaba torturando.

La razón era aquella mujer que había robado el corazón de dos hombres.

— No me digas que estás molesto conmigo por haber estado con ella, ¿O me equivoco? — la rabia que sentía el mafioso crecía con intensidad, la imagen de su querida musa y de aquel sargento que tenía al frente teniendo sexo no salía de su cabeza. Aquel turco sabía que había sido su propia culpa, pero quería creer que todo era un simple sueño.

— Crees que estás enamorado de ella, pero lo único que sientes por ella es una obsesión enfermiza y tú como el animal que eres lo confundes con amor. — el mafioso apretó sus puños con fuerza cerrando sus ojos escuchando cada palabra que salía de la boca del otro. — Deberías haberla visto gemir mi nombre... Fue de lo más hermoso. — no aguanto más y el golpe cayó en su rostro.

Un golpe, dos golpes, tres golpes, y lo seguía golpeando en rostro y abdomen. Nadie podía tocar a su musa, no le importaba si sentía obsesión o amor. Él solo la quería para él y mataría a todo aquel que la tocará y le hiciera daño.

Haría lo que fuera por aquella hermosa mujer y con una sonrisa cínica en su rostro saco una pistola y la apunto a la cabeza del sargento.

— Nunca más volverás a tocar a mi musa. — el sargento sabía que estaba apunto de morir, y con una sonrisa lo miro esperando su muerte.

(…)

Las dos mujeres se vieron con una sonrisa un poco triste, se dieron un fuerte abrazo en el medio de aquel enorme aeropuerto. Su último día en aquel país había llegado, se tenía que manchar dejando atrás todos los recuerdos que tuvo allí.

Tenía que olvidar a sus amores…

Avanzó hacia dentro del aeropuerto con sus maletas cuando escucho como alguien gritaba su nombre detrás de ella, cuando volteó recibió el abrazo del único hombre que cumplió con sus promesas. Ella correspondió el abrazo cuando se separó pudo notar tristeza en sus ojos.

— Quédate conmigo, por favor... — su voz le suplica, aquel hombre no podía ver irse aquella mujer que le robó su corazón. La de cabello rizado movió su cabeza de un lado negando.

— No puedo... — sus manos se entrelazaron sintiendo calidez en ellas, los altavoces del aeropuerto avisaron sobre su vuelo y soltaron sus manos. Y justo cuando se iba a manchar sin decir una palabra la tomo de sus mejillas y la besó con como si fuera la última vez que la vería... Porque en realidad era así. Él unió sus frentes cerrando sus ojos.

— Te prometo que te esperaré o te buscaré yo mismo si hace falta… — aquella mujer soltó una leve risa sintiendo un nudo en su garganta, cuando se separó ella volvió a tomar su camino. Cuando volteó a mirarlo por última vez sintiendo una fuerte opresión en su pecho.

Estaba allí, aquel hombre que la secuestro estaba viendo como su musa se iba a los brazos de otro. Se iría y ninguno de los dos la vería de nuevo. Aquella joven solo sonrió y se despidió con su mano para luego caminar hacia la sala de su avión, sin darse cuenta algunas lágrimas salían de sus ojos.

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