Miguel tomó los palillos y llevó la comida a su boca.
—Está bien si prefieres vivir en la cima, podemos intercambiar casas.
—No es necesario. Hay muchas habitaciones en la mansión; puedes asignarme una.
Mientras Mía sostenía su mandíbula blanca y tersa con la mano, le lanzó una mirada melosa a Migue