Miguel apenas podía soportar las llamas de su ira y al apretarle las manos a Rosendo con fuerza exclamo un: —¿Cómo?
Rosendo se puso rojo y apenas podía respirar.
—Por favor... perdón... perdón...
A lo que Miguel con toda la fuerza a su disposición.
—¿Dónde está Alicia?
—En la villa número 13 de