Francisco podía admitir lo que había dicho Mía, ya que todavía tenía unos escrúpulos sobre ella.
Llamó a este clavo de antemano simplemente para ahuyentarlos.
Si Mía lo tomara serio, este clavo no podría apagar su ira.
—Yo, hoy, no voy a irme —declaró Mía con sus brazos cruzados en el pecho, como si