—Sí, presidenta Salamanca. ¡Qué envidia! —una compañera de trabajo juntó las manos y dijo con un par de ojos llorosos.
Francisco sonrió de manera muy contenta, ya que con esta atmósfera, en este lugar, no podía pensar ninguna razón por la que Alicia rechazaría su propuesta de matrimonio.
Por la pres