Romo, un poco descontento, interrogó de manera seria a Miguel:
—¿Cuánto quieres? Te daremos todo lo que podamos. Solo dinos cuánto quieres.
—No me importa el dinero —Miguel sonrió con desdén.
—Entonces, ¿qué quieres? —inquirió el jefe de la Cámara de comercio.
¡Qué ridículo que en este mundo hubiera