—¡Lorena! ¡Necesitaremos otro plato! ¡Tenemos un invitado!… —exclamó la señora Adelina.
Lorena no sé esperaba la sorpresa que se iba a llevar. Gustav estaba plácidamente sentado a la mesa, mientras Estefan agachaba la mirada, arrepentido.
—…¿No escuchaste? ¡Muévete! —Adelina perdía la paciencia de