62: Atrapada.
Ámbar.
—¿Entonces soy el culpable, por querer dominarte siempre? —me pregunta.
—No eres tan culpable antes por eso —Me sincero—. Me gustaba que lo fueses... pero eres culpable de decepcionarme Darwin. Y eso no me gusta ¡la violaste! ¡Le hiciste daño a esa mujer!
—¡No la violé!
—¡Lo hiciste!
Me toma por los hombros con fuerza y sus ojos ya no puedo reconocerlos.
—¡No lo hice y jamás lo he hecho! ¡Todo lo que he hecho es estar obsesionado contigo al punto de pensar que cuando estoy fallándome a otra lo hago contigo! ¡Esa es la verdad! ¡Me destruyó Ámbar! ¡Lo que te hicieron me destruyó! ¡Lo hizo con ambos porque eras mía y no pude controlar eso!
Las cachetadas que mis manos le dan a su rostro lo dejan paralizado.
—¡Estás enfermo! —le grito sintiendo mi cuerpo temblar.
Y corro, corro en dirección de nuestra habitación y me encierro. Voy al baño y vomito lo poco que he consumido durante el día; me deja abatida en el suelo.
...
El olor a frutas y limón golpean mis fosas nasales.