Capítulo noventa y tres: ¿El cielo o el Infierno?
Harry Mascherano
Estoy camuflado en una esquina del bar, la copa en mi mano, el líquido rozándome los labios y no consigo apartar los ojos de ella.
Es perfecta para mí. Toda mía y creada a mi manera.
La entrepierna se me pone dura y cruzo las piernas a la altura del tobillo para no perder la postura desgarbada que finjo tener porque en el fondo estoy ansioso por volver a estar a solas con ella. La deseo… todo el tiempo.
Ella lo sabe, me mira y disimula el saber mi posición exacta. Finge que no es a mí a quien ve y para quien baila, mueve las caderas como si nadie más en todo el mundo pudiera verla y es una locura sentirme así por alguien más… Nunca pensé perder la razón por ninguna mujer y no lo he hecho, porque con ella la he entregado por voluntad propia.
Me la imagino toda la vida a mi lado y carraspeo cuando siento la presencia de alguien más a mi lado.
—Se te da muy mal disimular que no la amas —Mauro se burla en modo estúpido.