Aunque la doctora Duran había hecho maravillas y recuperé tanto mi sensibilidad como mi movilidad, aún era una tarea complicada moverme como antes y dependía de un bastón. ―Apenas llevo un par de días levantándome de esa silla. No quería hacerlo oficial hasta que tuviera a mis hijos conmigo y a Layla a salvo.
―Querías mantener un bajo perfil… Muy inteligente ―dijo Mina orgullosa.
―Tus enemigos se confían cuando creen que eres débil… No se esmeran de la misma forma ―contesté―. Así que guarda el secreto.
―Soy una tumba ―agregó mientras se abrazaba a mi torso, haciéndome recordar que la única en la que podía confiar era ella, mi pequeña hermanita alcohólica―. Entonces… ¿Iremos a Dubái?
―Yo iré a Dubái… Tú te quedas…