SEBASTIÁN.
—¿Por qué nos escabullimos por la puerta de atrás? — Pregunto, viendo como Roxy lucha con el pestillo de la puerta que espero conduzca al jardín de la casa de sus padres.
Y no, ya sabes, el jefe de la policía de Ashford Falls.
—Porque…— Con la lengua asomando por la comisura de su boca, mueve el pestillo hacia abajo y luego hacia arriba sin deslizar el cerrojo. Frunce el ceño.
Lo vuelve a hacer, balanceándose. Después de dos horas en el bar e innumerables cervezas, Roxy ya no está borracha y va camino de estar realmente borracha. Logré evitar que tropezara con una alcantarilla en el camino a casa, pero ahora, con la línea de meta a la vista, parece haber olvidado cómo funciona una puerta.
—Aquí.— La aparto suavemente del camino. —Me permitirá.
Se recuesta contra la valla y cierra los ojos. Sus mejillas son rosadas y su flequillo oscuro yace sudoroso sobre su frente. No importa esas historias de graduación, mañana por la mañana tendrá una resaca mortal.
—Ahí—, digo, abriend