La reunión terminó después de quince minutos. Lucas se detuvo en mi escritorio antes de marcharse, pero lo último que deseaba era verlo. Traté de ignorarlo.

—Tenemos que hablar, Eddy.

—Usted y yo no tenemos nada de qué hablar, señor Maxwell —Fui directa. Dije que traté de ignorarlo, no que había tenido éxito al hacerlo. Lucas suspiró —. No debería perder tiempo con esta lunática abandonadora de altares. Seguro tendrá alguna chica esperando por usted en Estados Unidos…

—Sobre eso…

—Y no me interesa. Puede ir y casarse con quien quiera. Le deseo dicha y prosperidad.

Sonrió, se inclinó para dejar su número de teléfono y la dirección de un hotel en mi mano y luego se irguió sin dejar de soltar pequeñas risitas.

—La espero esta noche, señorita Mitchell.

—Pues se quedará esperando, señor Maxwell —no lo voltee a ver. Me concentré más en la puerta del elevador —. Como dije, usted y yo no somos afines, este bebé es solo mío y usted puede regresar a donde tiene que estar con su perfecta prometi