Charlie.
Entré por la puerta de aquel hotel lujoso, dejé las llaves sobre la mesa y saqué del bolsillo el móvil, despreocupado, pensando en mi preciosa princesa, y entonces… estalló la bomba.
- ¿Se puede saber dónde estabas? – preguntó, echa una furia, justo delante de mí.
- Salí a dar una vuelta – me quejé, evitando su mirada – ya sabes cuánto odio sentirme encerrado en una caja de cerillas.
Se acercó a mí, estudiándome con la mirada, como si no creyese una palabra de lo que decía. Era como un maldito sabueso, oliendo aquí y allá, intentando encontrar algo que usar en mi contra y pareció encontrarlo, porque me empujó, de buenas a primeras.
- Hueles a perfume de mujer – espetó. Rompí a reír, descargando un poco de la ansiedad que sentía en aquel momento - ¿te hace gracia? ¿Has vuelto a ver a Leo?
- ¿En serio me cree
aquí el extra de esta semana. Muy subidito de tono.