—Tú —su madre traga saliva—, tú tienes que proteger a Maylene.
— También tengo que protegerte a ti.
—No —el pecho de la señora Ellison sube y baja con dificultad, pero aún así toma la mano de su hijo—, no entiendes, Declan.
Y tiene razón. No comprende sus extrañas palabras.
—Kieran nunca quis