Capítulo 9; Retadora

~Alex~

Siempre he sabido la clase de basura que puedo ser, y lo admito, me gusta ver cómo la gente sufre por mí, cómo el dolor se ve en sus ojos, son sensaciones que me excitan; Sí, eso es enfermo. Sin embargo, no era momento de que Mariana me viera besando a Analía, la necesito para que cubra todo lo malo que puedo hacer yo, siempre tiene que haber alguien que se culpe por mí, justo como hace años.

—¡Eres una perra!

Mariana se le va encima a Analía, antes de que la golpeé la agarro, no quiero escándalos.

—¡¿Cómo la besaste?! ¡Eres un maldito! —me pega repetidas veces en el pecho—. Esta mujer solo vino a arruinar lo nuestro, sabía que sería un problema.

Analía la mira con una sonrisa, ella es tan cautivadora, esa belleza que tiene me parece tan irreal, y su seguridad es tanta que no le afecta lo que Mariana le acaba de decir, siempre se ve tan segura. Eso me gusta.

—¿Arruinar? —Analía se le acerca—. Si lo de ustedes fuera tan bueno como piensas, él no me hubiera besado. ¿O estoy equivocada?

—Te advertí que con Alex no.

Mariana saca la mano para darle una cachetada, pero Analía la detiene, su mirada volviéndose oscura y tan llena de poder.

—Ni lo pienses —le tira la mano—. Al que deberías darle la cachetada es a tu novio, él debe respetarte, no yo.

—Analía, vete, déjame solo con Mariana.

Hablo, mirándola.

—Sal de aquí.

—Qué aburridos.

Suelta una risita.

—Nos vemos en tu departamento, Alex.

Acaricia mis brazos con sus dedos de manera sensual, mordiendo sus labios y con una sonrisa coqueta.

—¿Por qué lo hiciste?

Mariana me queda mirando con sus ojos llenos de lágrimas. «Ridícula».

—Te he amado como a nadie, te he respetado y en cada oportunidad me engañas —solloza—. Un día dejaré de amarte y te darás cuenta de lo que estás perdiendo.

Las lágrimas bajan por sus mejillas, y ni siquiera así, me duele verla tan afectada.

—¡No te quedes callado!

Me empieza a golpear en el pecho de manera repetida, mientras sus gritos se escuchan por todos lados.

—Deja de ser dramática, sécate las lágrimas y vete. No ha pasado nada.

Le doy la espalda.

—Vete, ¿esperas que me disculpe? No lo haré, Analía me parece una mujer sexy, no iba a desperdiciar la oportunidad de besarla.

Camino para sentarme y antes de que lo haga la escucho hablar.

—Eres tan vacío que no sabes lo que es que alguien te ame de verdad, no lo sabes porque tu padre nunca te ha amado.

Siento cómo la sangre me empieza a hervir, me acerco a ella y sin pensarlo dos veces le volteo la cara con una cachetada, logrando que se ponga roja y sus lágrimas pasen a ser un llanto agudo.

—Largo de aquí.

—Perdón, yo no quería…

—¡Qué te largues!

La agarro del cabello logrando que se queje y la tiro fuera de la oficina.

A nadie le permito que me haga sentir mal, Mariana no es más que una estúpida que espera que la ame, no puede venir a hacerme sentir miserable, cuando entre los dos la única que lo es, es ella.

—¡Mierda!

Tiro un vaso de alcohol contra la pared logrando que se quiebre. Odio la debilidad, odio ser hijo de un hombre que es un asqueroso, un hombre que no sirve para nada, es un error más de la naturaleza

[….]

Empujo la puerta de mi departamento, sintiendo cómo me envuelve el silencio. Se supone que Analía llegará dentro de una hora, le dije que había junta en mi departamento; Le mentí, quiero hacerla mía.

Estoy por ir a la cocina y siento un fuerte golpe que me hace caer, todo se vuelve borroso y solo veo dos hombres. Me cargan con fuerza y me tiran en una silla, intento defenderme y me atan las manos y los pies.

—¿Ahora si no te sientes tan machito como cuando nos disparaste y acabaste con varios de nuestros hombres?

Uno de ellos me aprieta en medio de mis piernas haciéndome quejar de dolor. Lo mataré.

—¿Quién carajos eres tú? Tienes fachas de ser un matón más.

Me da un golpe en la nariz, haciéndome quejar.

—El patrón de los hombres que mataste, ellos eran mis hombres de confianza, y tú con tus ínfulas de jefe acabaste con ellos. En este negocio la muerte se paga con muerte.

—Patrón, hay que matarlo.

Le dice otro que está con él.

—No saben con quién se están metiendo. Suéltenme.

—Con un riquillo que se divierte matando, igual que nosotros, solo que nosotros sí acabamos con el problema de raíz.

Me da un golpe en el abdomen.

—¿Qué crees? Hay una solución para salvarte —pasea su arma por mi mejilla—. La guapa mujer que te salvó del policía a cambio de tu vida, eso podría salvar tu vida.

—A Analía no la menciones en tu sucia boca. Esa mujer te quedaría grande, bastardo.

Le doy un cabezazo logrando que se queje y me da un golpe con el arma logrando que gima de dolor.

—Después de matarte te voy a cortar en pedacitos y serás comida para mis animales.

Me apunta en medio de mis cejas con el arma y no aparto mis ojos de los suyos. No le voy a mostrar miedo. Si voy a morir no será siendo un cobarde.

—Suelta el arma o disparo.

Escucho una voz femenina que los hace girar.

—¡Suéltala!

Le grita Analía, les está apuntando. ¿Por qué se puede ver tan sexy con un arma en sus manos y su cabello en una coleta? ¿Cómo puede ser tan atractiva?

—Los dos bajen sus armas. ¡Ahora!

—Pero mira con quién nos encontramos. Justo estábamos hablando de ti, de lo buena que puedes ser en la cama.

El que me golpeó sonríe bajando su mirada por Analía, y en un segundo ella da un disparo al aire.

—¡Dije que bajen las armas! No estoy jugando.

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