Despertamos juntos y de esa misma forma nos duchamos, luego bajamos a desayunar, llevábamos unos cinco minutos en la mesa cuándo El Maestro me mira fijamente y dice.
-¿Sucede algo, Susana?
-No- respondo mintiendo con descaro- ¿por qué?
-Has estado muy callada, frunces el ceño constantemente y pareces distraída. ¿Qué sucede?
-Solo pienso Maestro, nada importante, supongo que no dormí mucho anoche- le dedico una pícara sonrisa que él me devuelve.
-Sí. . . me sucede lo mismo.
Terminamos de desayunar en silencio, mientras sigo divagando en la decisión que he tomado. Cuando termina de desayunar, se pone en pie anunciando que se irá a la oficina, me ofrezco a acompañarlo a la puerta.
Cuando está por bajar los escalones, lo tomó del brazo y lo giro hacia mí, rodeó su cuello con mis manos y lo acerco a mi boca. Es al principio, un beso suave y seductor, que se va volviendo pasional y entregado, gimo en su boca y él me estrecha con más fuerza.