Meli sintió que sus rodillas se aflojaban. Las palabras de Nathan eran como golpes de agua fría sobre su rostro.
—¿Qué...? ¿De qué estás hablando...? —murmuró y todos se giraron para ver su rostro interrogante.
En un segundo Aquiles Wilde se puso lívido.
—¡De nada! ¡De nada! ¡Este hombre no sabe