El Beta se alejó, y lo observé mientras se iba, reflexionando sobre la carga que pesaba en su corazón. La puerta se abrió detrás de mí, y Victoria, en su forma humana, apareció. Miró por encima de mi hombro y vio al lobo partir sin siquiera decir un simple “hola”.
— Parece que cansé la mente del Beta - comenté, tratando de explicar su salida abrupta. — ¿Puedo entrar?
Victoria se disculpó y me invitó a entrar con una sonrisa educada. Se detuvo por un momento en la puerta, mirando una última vez al lobo que se alejaba antes de cerrarla.
— Y entonces, ¿cómo han sido los entrenamientos hasta ahora? - preguntó Victoria, extendiendo las manos para señalar un cómodo sillón frente a una chimenea, junto a una pequeña mesa de centro con libros y periódicos.
— Confieso que han sido agotadores - sonreí mientras tocaba la costilla dolorida, recordando el incidente en la cascada cuando casi caigo y el Alfa me sujetó con fuerza contra una roca.
— ¿Estás herida? - observó Victoria, mi expresión de do