Capítulo cincuenta y uno
Un hombre muerto
*Stella Di Lauro*
Un exorbitante olor a alcohol inunda mis fosas nasales y abro los ojos de pronto. Sin embargo, la luz daña mis ojos al mismo tiempo que una punzada ataca mis sienes y vuelvo a cerrarlos.
—Ella —escucho la voz de mi hermano mayor a unos metros de distancia—. ¿Ella me oyes? ¿Qué te sientes?
—Fede —mi mano se mueve con lentitud a mi frente y masajeo la zona a la vez que parpadeo varias veces para lograr enfocar la vista—. ¿Por qué todo me da vueltas?
—Te has desmayado —mis sentidos se van aclarando poco a poco hasta que consigo divisarle frente a mí, justo al lado de una Cassandra Di Lauro con cara de angustia y más pálida que una hoja de papel—. Ten —me extiende el algodón con alcohol antes de comenzar a examinarme. Yo por mi parte, me dejo hacer todavía en mi letargo—. ¿Almorzaste bien?
Mi silencio le da la respuesta y de forma automática, mi madre jadea.
—¡Dime que no has vuelto a saltarte las comidas, Ella Di Lauro! —