13. Una mancha a su historia perfecta.
POV Alec.
Al salir de la habitación, los soldados me escoltan. Me siento como una mascota recién adquirida, una rareza exótica que todos quieren ver, tocar, probar o... en su defecto, juzgar.
Los pasillos del palacio son largos, silenciosos y cruelmente fríos.
Tapices colosales cuelgan de las paredes, bordados con hilos dorados que narran escenas de conquista, poder y linaje. Historias tejidas para recordarles a todos quién manda aquí, quién ha mandado siempre, y quién no pertenece.
Debajo de tanta belleza, el aire se vuelve denso. Cada paso que doy retumba en la piedra con un eco hueco, multiplicando la sensación de encierro. Es como si el palacio mismo murmurara que no tengo derecho a pisar sus suelos sagrados.
En cada tramo, un guardia se yergue como una estatua viva, impasible, con la mirada fija en mí. No parpadean. No se mueven. Solo observan. Como si estuvieran esperando que cometa el mínimo error para tener una excusa y arrastrarme fuera de aquí.
Las miradas me atraviesan por