CAPITULO XXXIV

Capítulo 34

Las pequeñas piedras crujían al estar bajo mi peso, me sostenía de las paredes rocosas de esa cueva, cuyo único propósito era dejarme entrar para depositar nueva energía. Mis recuerdos precisamente. Al llegar frente a esas gemas, que sólo contenían cada vez más pensamientos y memorias, mi cuerpo reaccionó de una manera diferente a otras veces.

Me acerqué, era momento de recargar esa cueva. Pero ahora, no sabía que depositar.

La piedra azulada comenzó a brillar sin yo tocarla. Tanto que quede ciega por segundos ante el repentino brillo. Para cuando los abrí, me encontraba en un recuerdo pasado. Hace dos siglos para ser exacta. Días después de la batalla. Me encontraba en el despacho, encerrada y bebiendo hasta tratar de perder la conciencia por semanas. Pero siendo loba de sangre pura, era una miseria lo que

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