Su cara es todo un poema, su silencio me responde y maldigo.
—No voy a... Quiero decir... —balbucea.
—No te estoy pidiendo permiso putita, te voy a meter la verga y eso es un hecho.
La giro con fuerza, su trasero blanco y en forma de corazón salta a mi vista, me inclino sobre ella advirtiéndole que se prepare para el juego cuando ella dice:
—Soy virgen.
Me congelo unos segundos. Era virgen, lo que quería decir que ninguna otra verga había entrado en su coño, la idea de ser el primero y de nunca haber desvirgado a alguien, me excita y nubla mi buen juicio. Solo iba a asustarla, pero ahora... Veo su reflejo a través del