Capítulo 133

—¿Puedo saber qué te resulta tan gracioso? —me pregunta Ferguson y se atreve a tocar mi rostro, haciendo a un lado un mechón suelto de mi cabello, cubierto con la sangre de sus hombres.

Alzo la mirada y le muestro los dientes.

—Lo gracioso aquí es que no debiste haber embarrado a mi hija en tus porquerías.

—¿Por qué?

Encojo los hombros con inocencia.

—Porque vas a morir, hijo de perra.

Saco la navaja que tenía escondida entre el liguero debajo de mi vestido, y se la clavo en el cuello, le doy un cabezazo y lo hago rodar por las escaleras, mientras

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