El PADRE.
Anabelle.
Espero en la entrada de la Iglesia al nuevo sacerdote, ya tengo puesta el alba y mi cabello esta pulcramente recogido en una moña. Mis manos juntas y mi acompañante es quien me indica todo lo que debo hacer.
No soy lo suficientemente creyente como para estar donde estoy, pero mi madre fue insistente, al momento de convencer a la comunidad católica de la Iglesia, para que me dieran esta oportunidad.
No me agrada, pero tampoco me rendiré tan pronto, le mostraré a mamá que yo puedo con lo que ella me ha impuesto.
Hace solo unos días hubo un intercambio, y por ello el sacerdote que tendremos hoy es diferente al anterior.
Cuando al fin llega el padre, comprendo dos cosas; la primera es que no estoy segura de hacer mi tarea bien y la segunda, que nunca en mi vida había visto un padre guapo y joven.
¿Quién coño quiere predicar la palabra de Dios teni