Capítulo 25

La mañana estaba en su pleno apogeo y el sol estaba tan candente como nunca. Kader se bajó del caballo haciendo una señal a los doscientos hombres detrás de sí, para que comenzaran a ordenarse en el lugar, donde había una torre, lo suficientemente grande para alojar más de cinco mil soldados.

Los caballos estaban cansados, y suponía que su ejército necesitaba una buena comida y agua, para mantener la energía con el extenuante calor que lo estaba agobiando.

Angkor era así, y siempre lo fue. En muchas ocasiones su calor llegaba al límite y en otros momentos se podía titilar de frío.

—¡Qué avance! —Radí se puso a su lado soltando el aire y divisando que, en solo una semana de su ausencia, varios muros fueron levantados.

Las limitaciones de Angkor no solo se dividirían con muros de concreto, mucha parte de esta estructura er

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