Cuando Elizabeth volvió a concentrarse en ella, recordó las cosas importantes - ¿qué pasará con los niños?, ¿qué les hiciste?.
Elizabeth elevó el frasco. La luz del sol lo alumbró, haciendo brillar el líquido ligeramente amarillo en el interior - ellos… - el corazón de María latió con fuerza - están desayunando justo ahora. Después de que bebas tu regalo, iré a atenderlos. No debo descuidarlos por mucho tiempo.
Su pecho dolió. Alzó la cabeza; sin embargo, las manos atadas impidieron que se levantara - ¿por qué…?, no entiendo qué haces… - sus pupilas se fueron tornando de rojo, formando venas como telarañas de sangre.
Elizabeth volvió