Esta es la tercera vez que entra así en mi edén personal. La primera para mostrármela, la segunda para tirarme sobre la mesa los primeros bosquejos. Y ahora, ¿pasará algo con ellos otra vez?

―Pensé que ya te habías ido.

―Y yo que hacías algo productivo.

Hijo de tu…

―Solo vengo aquí a hacer cosas productivas, como pensar. Necesito mucho de eso para poder elaborar un escrito que finalmente te convenza ―expongo sintiéndome algo molesta.

―Bien, lo que sea. Estaba por irme, pero hay algo que me está molestando y no me dejó marchar. ―¿Acaso le vino el periodo? ¡Ay, Sam, cállate!―. Por lo que antes de irme tengo que consultarte una seria inquietud. Y es algo que no me deja dormir, Samantha ―añade y mi cabeza hila demasiadas cosas que podrían estar incomodándole.

―¿Qué inquietud? Acaso tiene que ver con los bosquejos ―murmuro.

Esto sí que es como un cambio en su amargo menú.

―No. No tiene que ver con los bosquejos.

Su r