Mi día fue horrible. Estaba teniendo náuseas y mucho sueño. Patricio regresó del club y se detuvo en mi escritorio.
— Cata, acércate.
— ¡Sí, Patricio! —Bromeé con él.
— ¡Eh, me gustó eso! —Sonrió, una sonrisa hermosa y relajada—. Pero acércate y huéleme.
— ¡No me convertí en perro, Patricio! —Le seguí la broma.
— ¡Tonta! Cambié de perfume, quiero saber si este te gusta. —Patricio era un dulce y muy atento.
— ¡Ah, este sí me gusta! —Dije después de sentir su aroma.
— Perfecto, porque no quiero que mi asesora huya de mí. —Soltó una risa agradable y entró a su oficina.
Solo entonces noté a Rick parado en la puerta observando la escena.
— ¿Qué me perdí? —preguntó Rick.
— Nada importante, Rick. Me molestaba el perfume que Patricio usaba más temprano y él tuvo la delicadeza de cambiarlo. —Respondí sonriendo.
— ¡Mostrando quién manda! ¡Me gusta! —comentó Rick—. Cata, ¿cómo estás? Estamos preocupados.
— Estoy bien, Rick. Es solo mucho estrés. —Dije.
— ¿Segura? —insistió.
— Segura