Me despierto y siento el olor a alcohol en mi nariz, me siento desorientada y mi cabeza aún da vueltas. Me pregunto qué pasó, pero recuerdo el mensaje y busco mi celular, hasta que me doy cuenta de que lo tiene Mateo...
- ¡¿Me pasas el maldito celular?! –Le grito desesperada a Mateo-.
- ¡Lucía, ¿te puedes calmar un momento, maldición?!
- ¿Que me calme? Alguien podría morir por mi maldita culpa y ni siquiera sé dónde tengo que ir, ¡joder! –Siento una presión en mi pecho; me siento en el sillón de la oficina y entierro mi cabeza entre mis piernas, estoy desesperada, esta mierda sólo lo he visto en libros y ahora lo estoy viendo. Alguien podría morir por mí y no tengo la menor idea de quién podría ser-.
Me levanto del sillón y salgo corriendo hasta la entrada. Las gotas de lluvia están empezando a caer. Las calles aún está