Me llevaron a un viejo chateu que pertenecía a un Illuminati francés que a futuro sería ampliamente conocido. Me sacaron del saco estrellándome contra el suelo alfombrado del chateu. Allí removí la mordaza maldiciendo.
—¡Malditos! ¿Tienen idea de quién soy? O mejor dicho que soy. Mi señor Ruthven los matará por esto a todos…
Un latigazo en la cara me silenció. Cerré la boca y me froté la mejilla que sangraba con un fino corte mientras observé a mi agresor… un hombre de rostro agudo con ropa de aristócrata y una peluca blanca… el Marqués de Sade.
—Ojalá sea usted desobediente, jovencita —me dijo— porque me encantaría disciplinarla.
Sade era famoso ya para esa época. Había protagonizado varios escándalos y