Pedro y yo jugábamos con los bloques que le había dado Alessandro. Le había cogido mucho cariño, pero ya estábamos listos, esperando a que llegaran Mel y Nando para encontrarnos con Mariana en el restaurante.
—Mami, ¿viene Alessandro a jugar conmigo hoy? —preguntó mi hijo mientras apilaba dos bloques.
—No, hijo mío, hoy no. Hoy vamos a almorzar con la tía Mari porque se va de viaje.
Oí que se abría la puerta y entraron mis amigos riendo. Pedro corrió al regazo de Fernando. Charlamos un rato allí y luego fuimos a ver a Mari. De camino, Nando y Pedro quedaron en ir al centro comercial por la tarde.
Llegamos al restaurante y nos acompañaron a la mesa. Poco después llegó Mari.
—¡Por fin voy a conocer al novio perfecto! —bromeó Mari, mirando a Mel, que sonreía como una tonta.
—Ay, Mari, mi príncipe es perfecto, mírate. —dijo Mel, derritiéndose por su novio.
Nos reímos de Nando, que se sonrojó y se levantó tan educadamente para presentarse. Pedimos unas bebidas y empezamos a charlar un rato