Huyendo del destino...

— ¡Voy a cerrar todas tus puertas, morirás como un indigente, nadie te dará trabajo— había dicho Alvin— lo juro!

— Gracias papá, también te quiero— le había respondido Alex— ¡Ya veremos cuánto poder tienes!

— ¡Te juro que vas a arrepentirte de esta afrenta, Alexander! — había gritado su padre.

— ¡Ya callate Alvin! ¡No te das cuenta que no lograrás nada por esa vía!— había gritó su madre— te dije que Alex no es fácil de manejar, es idéntico a ti, elevado a la mil.

Esas habían sido las últimas palabras que había escuchado de su padre cuando salió de la casa de ellos.

La discusión había seguido en casa mientras Alexander O' Sullivan salía a enfrentar su destino sin la ayuda de su poderoso padre.

— Déjame en paz Evie, ve y convencelo de que se quede y acepte, porque le irá muy mal en la vida— dijo Alvin, enojado.

— ¿Convencerlo? — dijo ella— ya salió de casa Alvin, se llevó todas sus cosas, por lo menos debiste esperar a que tuviera una semana con nosotros, e ir poco convenciendo al muchacho, pero tu siempre estás apurado.

— ¡Era urgente la respuesta que debía dar Evie!— se justificó Alvin.

— ¡No quiso escuchar, se fue de casa, el malagradecido ese! — dijo despreciativa.

Aquella mujer dulce que había llorado frente a su hijo, no estaba en ninguna parte, era mucho más fría que su propio esposo.

— Te dije que me dejaras a mi hacer la propuesta— dijo ella— se consigue más con miel que con hiel, Alvin, Alex ya es un hombre, además se crió lejos de nosotros.

— Él se crió con nosotros, pero por tu culpa se fue a Inglaterra,— dijo Alvin— lo dejaste que decidiera, cuando pudo quedarse acá obedeciendo.

— ¡Tú sabes muy bien, que él nunca obedeció nada!— dijo ella— es tan o más terco que tú, y si lo dejé que se fuera a Europa, es porque pensé que éso lo iba a acercar más a nosotros.

— Ya ves que no, ahora que hago yo con Simone Martin, como le explico que mi hijo, despreció a la hija de ella— dijo Alvin— ni siquiera dejó que le mostrara la foto de la muchacha.

Evie la madre de Alex era una mujer muy hábil para manipular, pero esa habilidad no le había funcionado para convencer a su hijo, porque Alexander O'Sullivan estaba muy enojado, aunque él ya pensaba venir a América, le fastidio la bienvenida que le había dado su padre,

él no estaba en venta, ni mucho menos desesperado.

Había infinidad de maneras para convencer a las personas, pero obligándo y ordenando, eso no va con él; ¿que se creía Alvin O'Sullivan? ¿Que él era un títere para manejarlo a su antojo?

Nadie, ni siquiera su padre a quien amaba lo iba a hacer cambiar de opinión, había salido de la lujosa mansión de sus padres para no volver, había visto cómo su madre había apretado la mandíbula con impotencia, viéndolo salir.

— ¿Para ver a la joven? — dijo Evie pidiendo ver la fotografia— ¡Es muy bella! Ese hijo tuyo, es tan tozudo e indomable, parece un caballo salvaje.

— Cuando cerremos todas sus puertas, ya veras como viene— dijo Alvin— manso y dispuesto a aceptar lo que sea, lo veré comiendo en mi mano.

— ¡Ay Alvin O'Sullivan! Creo que te vas a llevar una tremenda sorpresa!— dijo Evie

— ¿Por qué lo dices?— dijo Alvin.

— Alexander es un hombre adulto, con mañas y actitudes iguales a las tuyas, será un hueso duro de roer— dijo ella.

Alex salió de la mansión de su padre y tomó un taxi, tampoco usaría un auto de la familia, él era un hombre sin prejuicios, si tenía que barrer las calles para mantenerse lo haría.

Buscó un lugar cómodo donde vivir, no podía ser un hotel, se iba consumir sus ahorros, buscó una pensión familiar, antes buscó sacar dinero del cajero, su padre lo más seguro era que iba a bloquear sus cuentas.

Llegó a un lugar medianamente limpio y confortable, era una casa de dos pisos, afuera estaba una dama de mediana edad a quien le preguntó:

— ¿Hay alguna posibilidad de que haya alguna habitación disponible?

La mujer de rostro agradable lo vió y dijo:

— ¿De dónde vienes tan guapo, muchacho? ¡Tú no eres de éstos lugares!

— Circunstancias de la vida— dijo él— necesito un lugar decente y económico dónde vivir por un tiempo.

Ella se quedó pensando unos segundos y dijo:

— Tengo una habitación, la desocuparon ésta mañana, pero me la dejaron fea y pensaba repararla antes de volver a rentarla— dijo la señora.

— ¿Puedo verla? — preguntó Alex.

— Pasa y ve— dijo ella.

La habitación necesitaba pintura y reparar algunas manijas en la puerta y ventana, también el baño tenía detalles, pero tenía una amplia cama, se veía cómoda y entraba buena luz.

— Me gusta, mientras busco trabajo, se puede ir reparando— dijo él.

— Si estás de acuerdo, por mí no hay problema— dijo ella.

Le dió el precio mensual del arriendo, además si comía allí pagaba también una cuota mensual de un ala de la casa vivian los caballeros y del otro las damas.

Alex quedó complacido con él lugar y la mujer, era como una gran dama, muy dulce y jovial, pagó el importe del mes y adelantó dos más por previsión.

— ¿Cual es su nombre muchacho?— preguntó ella.

— Alexander— dijo él

— Yo soy Ava Coleman— dijo ella con una gran sonrisa.

Salió y buscó las manijas para la puerta y ventana, quería llevarlas para repararlas y también arreglar la taza del baño, compró algo de comer, estaba hambriento y se dispuso a explorar el lugar en busca de trabajo.

Llegó nuevamente a la pensión y le entregó lo comprado a la señora Ava, ella le sonrió y agradeció el gesto.

Él había estudiado Finanzas y buscó en el ramo que le competía en la ciudad que vivía, tenía muchos años fuera y no contaba con amistades que lo ayudaran, iba a ser bien duro empezar de cero.

Cuando se vino de Europa, pensaba hablar con su padre para que lo ayudara a impulsarse, pero al conocer las intenciones de su papá, lo mejor era mantenerse alejado.

Ese día caminó sin lograr nada, no fue fácil conseguir un empleo de contador, sólo dejó su currículum en varios lugares, con la promesa de que lo llamarían.

Cuando llegó a casa estaba cansado de caminar, al entrar a la habitación se dio cuenta que la señora había reparado la puerta y ventana y colocado los herrajes para que funcionara bien la taza del baño.

Al día siguiente, nuevamente salió en busca de trabajo y nada, se sentía frustrado, quizás debería volverse a Europa. Revisó su cuenta para saber si contaba aún con dinero.

Como lo sospechó su padre había bloqueado todo lo que tenía en su cuenta personal, solo le quedaban unos cuantos miles que cargaba encima.

Afortunadamente, había cancelado el arriendo adelantado para solventar mientras conseguía un empleo.

Llegó en la tarde nuevamente agotado, la señora le invitó a que comiera algo, no era bueno andar sin comer tanto tiempo. La señora Ava había pintado las paredes de la habitación, se veía bien decente.

Mientras comía la cena, le comentó lo rudo de no conseguir trabajo, ella se interesó y dijo:

— ¿Qué trabajo estás buscando?— preguntó ella.

— Soy contador, — dijo él— pero no consigo nada.

— Tengo un buen amigo que tiene oficinas contables, creo que puedo ayudarte con eso— dijo ella.

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