Dispuesto a enmendar los errores del pasado, Jordan se propone recuperar a Brenda, la mujer que ha amado toda la vida y de la que se separó hace catorce años bajo circunstancias azarosas. Pero no cuenta con que la misión para restablecer su destino será mucho más difícil de lo que él había imaginado, pues las intenciones de Brenda son opuestas, y porque el perdón y el olvido nunca ocurren de manera milagrosa.
Leer másAura Cathartes es el pseudónimo de Jeanette Realpe Castillo (Quito-Ecuador, 1980). Es escritora, antropóloga visual y diseñadora gráfica. Tiene un máster en Creación Literaria por la Universidad Internacional de Valencia y ha publicado relatos de autoficción, realismo y ficción especulativa en diversas revistas literarias en países como España, México, Argentina, Perú y Ecuador. Instrucciones para restablecer el Destino nace de dos vertientes: un componente autobiográfico que permitió la creación del personaje de Brenda y la vida y trayectoria de una celebridad estadounidense, a quien yo personalmente considero como el hombre más hermoso del mundo, a quien admiro mucho y que es un gran amor platónico, y que sirvió de inspiración para la construcción del personaje de Jordan, protagonista de esta historia. Las vidas ficcionalizadas de estos dos personajes se funden y entremezclan para crear una novela romántica,
Las heridas no sanan para siempre. Digamos que las mías ni siquiera se curan, en primer lugar. Soy el equivalente a una hemofílica emocional. Mis traumas supurarán por la eternidad, al amparo de mis neurosis y mi orgullo y dignidad heridas. Los tres pilares de la autodestrucción femenina. De mi autodestrucción personal. Decir que he perdonado a mi marido sería un overstatement en toda regla, como dice él. Aquella noche me di cuenta, cuando fue Paula, y no Christian Abadid (A.K.A. el imbécil), quien puso el dedo sobre la llaga, de la mano de Hadid, mi bellísimo ex amante resentido de por vida. –Elijo a Brenda para el siguiente reto–. Bueno, después de todo, habibi no me había ninguneado. En eso le doy el crédito. Mi ego había sido restaurado, al menos, por el momento–. ¿Verdad o desafío, linda? Pero, de que quería joderme no cabía la menor duda. Quizás esperó que le respondiera desafío, el equivalente social al menor de los ma
Jamás me han gustado las dinámicas de grupo. Son el anticlimático riesgo de muerte social de los introvertidos. Y si existe una que sea peor que el yo nunca nunca, ese es el desastroso verdad o desafío. El juego preferido de Christian Abadid y de Paula. Y el que correspondería con mi descenso a los infiernos. Ya les he hablado de esto, de modo que no se trata de ninguna novedad. De lo que pasó, de la forma en la que confesé a una manga de desconocidos mis anhelos más profundos en el pasado, pero creo que llegó la hora de contextualizar. Y de cerrar, de una vez por todas, ese penoso círculo. Para entonces ya me había tomado mi segunda o tercera Stella. La única variedad de cerveza tolerable para mi sistema digestivo por entonces, resentido ya por los trastornos de ansiedad previos y sus repercusiones somáticas. –¿Lo quieren a la manera relajada o sexy? –preguntó mi prima al corro de invitados–. Claro, obviamente que sí. Ahora me acor
Enero de 2020, fecha indeterminada. Es todo lo que recuerdo a manera de datos contextuales. También, que se trataba del cumpleaños de mi prima Paula, en ausencia de su marido, el imbécil, quien por suerte se encontraba “de gira” por una de sus quintas de la sierra, e impedido de asistir al onomástico de su propia esposa. Nadie podía creer semejante payasada, pero para no hacer sentir mal a mi prima, todos asentimos en silencio. En especial yo. Y feliz. El departamento de ese par de giles se encuentra ubicado en las colinas más fancy de la Capital. En un edificio aterrazado que ofrece la que es quizás la vista más espectacular de la ciudad y de la cordillera de los Andes a cualquier hora del día. Si no fuera porque Christian Abadid vivía ahí, habría sido, con seguridad, mi espacio físico ideal para pasar una noche en compañía de una copa de Merlot y música indie. Nathaniel es mi chofer personal en esta ocasión. Asiste conmigo a regañadientes.
El día de hoy, Jordan se levantará de buen humor. No sabe muy bien lo que le espera, pero será bueno. Y Brenda lo sabe. Abril durmió bien, apenas si necesitaron alimentarla en la madrugada. Jay se encargó de eso, como casi siempre. A Brenda no se le da bien eso de la abnegación. Ella prefiere dormir, y no siente culpa alguna por ello. Su marido se encarga. Y ella lo sabe. Por primera vez, tiene certeza de ello. A manera de tácito reconocimiento, Bren se levantará a las cinco de la mañana para prepararle el desayuno. Este hecho le cuesta poco, porque ella duerme poco. Cuatro horas, en el mejor de los casos. Es una condición relativamente nueva, desarrollada a raíz de la depresión crónica y los ataques de ansiedad producidos por la etapa poliamorosa que vivió con su pareja y a su despecho. No ha podido superar todavía ese efecto secundario, aunque ya no se encuentre tan triste. El desayuno americano le despertará el deseo de prepararlo para tres. Aunque Nathaniel cuide de comer grasa
¿Le parece, doctora, que soy un caso perdido? A mi esposa, sí. Todos los hombres somos, de hecho, un caso perdido hasta que se demuestre lo contrario, a los ojos de ella. Brenda me lo ha dicho más de una vez. Y, pues, bueno. Hace décadas que yo me encasillé en esa denominación, para nunca más volver. Si es que existe un punto de retorno en todo aquello. Nuestra bebé de meses ya balbucea y conversa en su lenguaje ininteligible, y se ríe de nosotros y con nosotros. Y yo no podría ser más feliz. Bueno, sí podría, en realidad, si tan solo mi nena grande me perdonara, como lo ha hecho la pequeña. Pero eso tal vez no pase, quién sabe. A veces estamos bien, otras, no tanto. Es como si Brenda se hubiera ido para siempre, de viaje por un largo tiempo, y ahora que ha regresado, pues, no sé, ya no es la misma. Cambió para siempre. I know it’s my fault, too, doc. Entiendo que tengo una gran parte de la responsabilidad y que estoy dispuesto a cargar con l
Fragmentos de las sesiones individuales de terapia psicológica de Nathaniel K.R. Para facilitar la transcripción, se utilizará abreviaturas para el nombre del paciente y de la profesional a cargo. Nathaniel: N.; Terapeuta: T. Jueves, 24 de enero de 2019 T: Espero que te encuentres bien, Nathaniel. N: Hoy, menos que ayer. T: ¿Qué es lo que te ha afectado últimamente? N: Tú lo sabes de sobra. La “buena nueva” de mi madre no me ha sentado nada bien. T: ¿Qué es lo que te molesta, exactamente? N: No te sabría decir con seguridad, pero, desde que nos enteramos del hecho, no sé… estoy como… intranquilo. Más que antes, incluso. T: ¿A qué se debe? N: No es por mí, no creas que soy tan egoísta. Digo. Tengo diecinueve años. Voy a cumplir veinte ya mismo. No se trata de celos. O, bueno, tal vez un poco. Pero es algo más. Envidia, tal ve
Fragmento de la sesión individual de terapia psicológica de Nathaniel K.R. Para facilitar la transcripción, se utilizará abreviaturas para cada uno de los nombres, tanto del paciente como de la profesional a cargo. Nathaniel: N.; Terapeuta: T. Fecha: Jueves, 13 de diciembre de 2018 T: ¿Cómo vamos esta semana, Nathaniel? N: Todo bien, supongo. T: ¿Supones? N: Contigo no se puede ni agregar muletillas sin que intentes descifrar su significado oculto. T: Todo significa. N: Supongo que estoy bien, porque no estoy seguro. T: ¿Qué te hace sentir inseguro? N: La permanente sensación de que algo marcha pésimo. T: ¿A qué parte de tu vida te refieres cuando afirmas que no camina bien? N: ¿Por descarte? A ver. En la universidad todo marchaba de maravilla. Mis calificaciones son buenas, siempre he sido un estudiante destacado. Así que
Fragmento de la sesión individual de terapia psicológica de Nathaniel K.R. Para facilitar la transcripción, se utilizará abreviaturas para cada uno de los nombres, tanto del paciente como de la profesional a cargo. Nathaniel: N.; Terapeuta: T. Fecha: Jueves, 15 de noviembre de 2018 T: ¿Cómo vamos esta semana, Nathaniel? N: Pues, como las otras, supongo. Extrañando a la universidad y… bueno… otras cosas. T: ¿Cómo qué? N: Como la libertad, por ejemplo. Tú sabes, la independencia. El poder hacer nada sin necesidad de que alguien te vea mal por ello. T: Hablas de tus padres. N: De mi madre, al menos. Creo que a mi papá le tiene sin cuidado lo que haga con mi vida, la verdad. T: ¿Y qué pasa con tu madre? N: Parece que le fastidiara que pase el tiempo en casa, sin hacer mayor cosa. Pero… ¿es que acaso hay mucho que hacer? T: ¿Y tus amigo