Dominic Laurent
Cerré detrás de mí la puerta del baño y comencé a caminar por la habitación con una toalla alrededor de mi cintura. Sentí la suave alfombra acariciar mis pies descalzos y sonreí al sentir las leves cosquillas que la misma me ocasionaba.
—¿Qué te da tanta risa? —la voz de Cassandra me sacó de mis pensamientos. La miré y casi pierdo el aliento al notar lo exquisita que le quedaba aquella pijama de satén.
Era un vestido de tiras más corto que mis ganas de vivir, rojo y con algo de encaje en los bordes.
«Sí así es el cielo, llévame señor», pensé en voz baja al observar sin disimulo sus gruesas y desnudas piernas.
Pero, al notar que probablemente parecía un idiota ahí parado y mirándola sin decir absolutamente nada, disimulé, coloqué mis manos encima de la toalla y la sujeté con fuerza.
Mismas que necesitaba para controlarme y no saltar encima de ella para devorarla.
—Del ridículo que hicimos en la piscina —decidí mentir y recordar lo bochornoso que había sido para am