—¡Gian! ¿Me ayudas con la maleta? — Me pregunta desde la entrada de su habitación mientras yo salgo de la mía.
—Sí, claro. Pero, no te acostumbres que no soy tu botones ¿eh? — Advierto a modo de broma con una media sonrisa.
—Vamos, se un caballero... — Me pide.
—Eso intento. — Le respondo con doble sentido y tomo la maleta para bajar la escalera.
—Lo eres. — Comenta deteniéndome, sujetando mi mano.
—Rubia, vayamos mejor. — Le propongo y es que la verdad aun no me repongo de lo de esta mañana.
—Ahora eres tú el que me tiene miedo. — Murmura.