El día de su cumpleaños número diecinueve la reina estaba dando a luz a su segundo hijo, su heredero (puesto que en el primer parto había dado a luz a una niña, a la que pusieron de nombre María). En la habitación donde Sascha seguía pujando y esforzándose incluso más que en su primer parto, había al menos media docena de asistentes. Entre ellos se encontraba la hermana de la reina, Ivanna, dos de las princesas: Evelyn y Wendolyn, un par de sus damas y por supuesto la partera. La partera era una mujer ya entrada en años, con el cabello como la nieve y tan delgada que era como contemplar un palillo con facciones humanas. No obstante, el aspecto de la mujer no hacia justicia a su experiencia en lo referente a traer bebés al mundo.
Ivanna sujetaba la mano de su hermana mientras ella, tendida en la cama, seguía lanzando alaridos de dolor. Cada tanto Sascha encajaba sus uñas en