Domenico Masseria

No sé qué pensar de todo esto. El aumento de detonaciones se escucha en todo el lugar. Chicas corren por el lugar buscando refugio. Gritos, maldiciones, disparos se mezclan con los gruñidos demandantes de mi diabla que exige que le corresponda como se debe. La adrenalina de estar en medio de una guerra de balas en un enfrentamiento con la policía la ha puesto a mil. Veo sus ojos encendidos de deseo aclamando ser poseída, devorada por mí, mientras en el salón se libra una batalla que tal vez no tenga fin o acabe con muchos muertos, heridos, capturados y fugitivos.

— Debemos escapar, Marisha. Es ahora o nunca — Logro articular al soltar mis labios de los suyos, que no me dan descanso. — Vamos.

— No. — Dice demandante — cogeremos como dos conejos salvajes y luego nos iremos a casa. Ese es el trato, Dom. No quieres verme furiosa.

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