Capítulo cinco

Desde que bajé un poco la guardia con mis vecinos, debo admitir que todo ha sido diferente y hasta podría decir que es divertido. Ellos son bastante elocuentes, pero todavía tienen algo que me hace desconfiar. No sé si todavía se sigue tratando de mi paranoia o es mi sexto sentido el que quiere advertirme de algo.

En vista de que tuve que dejar mi auto en el taller, Holden se ofreció a llevarme y traerme de vuelta a casa, ya que trabajamos y vivimos en el mismo lugar. El ambiente con él es raro y me hace sentir un poco en tensión. Su mirada es demasiado poderosa, aunque yo trato de no dejarme amilanar por él.

Me he topado un par de veces con Connor, pero agradezco que Holden estuviera ahí para no quedarme a solas con él. Su insistencia me está cansando. No entiendo para qué me sigue buscando la vuelta si él ya tiene una vida hecha y un matrimonio que cuidar.

No salgo de un chisme para enredarme en otro. Ahora no solo soy la oportunista que se metió en las sábanas del director, sino también la que no pierde oportunidad para engatusar al nuevo profesor de física. Los comentarios me siguen afectando, pero he decidido hacerme la de oídos sordos y seguir demostrando con mi trabajo que no soy todo lo que especulan por los pasillos de la universidad. No tengo por qué bajarle la cabeza a nadie, mucho menos a personas que solo hablan por hablar.

***

Era viernes y me sentía con ganas de salir a tomar y bailar para olvidarme de todo lo malo, por lo que decidí llamar a Jana para invitarla.

—Hoy tengo turno y no podré salir contigo —me respondió medio adormilada y resoplé—. ¿Por qué no invitas a Roxi? Ella también es tu amiga, ¿no?

—Sí, pero tú eres mi hermana del alma y te necesito a ti. Con ella no puedo desahogarme.

—Este fin de semana estoy libre y te lo pienso dedicar solo a ti —soltó una risita—, pero hoy debo trabajar.

—Bueno, si no tengo más opción, entonces tendré que salir con Roxi y esperar que termines tu trabajo como la guardiana de las galaxias.

Soltó una fuerte carcajada.

—Diviértete, no pienses en nada más que pasarla bien, ¿de acuerdo?

—Eso haré.

Le envié un mensaje a Roxi, pero me respondió dos horas después, diciéndome que ya se había comprometido con sus padres.

Sola y con ganas de ahogarme en licor, salí al autoservicio que queda muy cerca del edificio y compré varias botellas de trago y muchas galgerias. Hoy no quiero pensar en nada ni nadie, ni siquiera en las consecuencias que tanto dulce y licor pueden traerme.

Haciendo malabares con las bolsas, salí del ascensor y caminé unos pasos más, donde me encontré con mis vecinos fumando un cigarro y fue Holden quien me ayudó a cargar un par de bolsas, dándome una mirada inquisitiva y divertida.

—No tienes que molestarte, yo puedo cargarlas sola.

—No lo parece. Y no me molesta ayudar a mi vecina.

Su mirada me recorrió completamente y seguí mi camino hasta llegar a mi puerta, tensa por su escrutinio.

—¿Qué estamos celebrando? —preguntó el rubio detrás de nosotros.

—Nada, no tengo que celebrar para beber un poco, ¿o sí?

Abrí la puerta de mi apartamento y entré con ellos siguiendo mis pasos. En pocos días he descubierto que son peores que un grano en el culo, pero no son tan malos. Son divertidos y siempre tienen algo que decir. Aunque con tanta cercanía que tienen, empiezo a creer que son pareja, lo que es una lástima, pero así es la vida ahora. Los hombres más deliciosos terminan jugando a las espaditas. Quizás, tan solo quizás, por eso me siento algo cómoda con ellos invadiendo mis espacios.

—¿Piensas beberte todo esto tú sola? —volvió a preguntar, sentándose con desparpajo en mi sofá.

—Sí.

Holden soltó una risita dejando las bolsas en la barra y los miré, esperando que se fueran de mi apartamento para empezar a ahogarme en mi tusa, pero contrario a lo que mi mirada les estaba dando a entender, Holden se relajó junto a Tanner y ambos ahora me veían directamente a mí.

No quiero pensar en nada turbio y perverso, pero es imposible cuando dos tipos tan buenos están en mi sofá, viéndome con fijeza y algo de curiosidad.

—¿Qué? —les pregunté, desviando la mirada al hermoso cuadro que pinté hace más de un año—. No quiero sonar grosera, pero ¿qué están esperando para irse?

—Menos mal que no quisiste sonar grosera —ironizó Holden, ladeando una sonrisa—. Pero no me parece decente dejar a una bella dama beberse todo ese licor ella sola, así que, ¿qué tal si lo hacemos juntos? 

Apreté los labios con fuerza, llenándome de paciencia para no arruinar lo poco que hemos avanzado en estos días.

—No los invité.

—Pero todavía estás a tiempo de hacerlo, no sientas vergüenza —resolvió el rubio.

Resoplé, dando la vuelta y sacando del bar tres copas. Agarré una de las botellas de la bolsa y me senté en el medio de ellos, pues ambos se hicieron en una esquina haciéndome campo en el sofá.

—Son peores que un grano en el culo —les aseguré, dejando las copas en la mesita de centro—. Pero lo dejaré pasar porque realmente no quiero estar sola.

—¿Por qué no quieres estar sola? —inquirió el rubio y ladeé mi cabeza hacia él.

—Eres muy curioso, Tanner.

—Solo un poco —se encogió de hombros y sonrió—. No desvíes el tema. ¿Por qué beber sola cuando tienes a dos vecinos muy dispuestos a hacerte compañía?

Serví el trago en las tres copas y me tomé la mía sin pensarlo dos veces, quemándome las entrañas.

—Mi mejor amiga está trabajando y la otra chica que considero como amiga fue a visitar a sus padres. Quería beber para olvidarme por unos instantes de la m****a que me ha llovido desde hace un tiempo. ¿No han tenido esa necesidad de querer borrarse del mapa para no tener que estar en este mundo tan maldito que les tocó vivir?

—Hemos tenido esa misma necesidad más veces de lo que crees —Holden se bebió su trago de golpe—. Y, aunque sea difícil salir de toda esa m****a en la cual no pediste estar rodeado, tampoco es imposible.

—Ahorita mismo la única salida que encuentro es el trago.

—Pero no vas a lograr nada bebiendo —comentó el rubio—. Podrás olvidar todo lo malo por unos instantes, aun así, el problema seguirá estando allí.

—No puedo darme el lujo de renunciar en este momento —susurré—. Sigo pagando este apartamento y el auto que ahora mismo está en el taller.

—Tampoco tienes que renunciar, Greta. No sé nada de tu vida, pero tú no has hecho nada malo y somos testigos de ello. No permitas que todos esos malos comentarios que rondan por ahí te destruyan, no dejes que hagan trizas tu vida. Sigue haciendo frente como hasta ahora y demostrando quién eres en realidad. No solo eres bonita, sino una mujer muy talentosa.

Miré a Holden por largos segundos y me regaló una sonrisa genuina.

Por supuesto que todos esos comentarios deben llegar a sus oídos, después de todo, trabajamos en el mismo lugar. No me agrada que ellos sepan cosas que estoy tratando de olvidar, pero han sido los únicos que, aparte de Jana y Roxi, no me han juzgado.

—Gracias —susurré y me guiñó un ojo, lo que me hizo carraspear y servir más trago en nuestras copas—. Bueno, hablemos de otras cosas más importantes. ¿Qué me cuentan de ustedes? ¿De dónde son? Porque ese acento no es de aquí.

—Somos irlandeses —respondió Tanner—. Y vinimos en busca de una nueva vida y oportunidades, ya sabes, a ser mejores personas.

Bebimos y hablamos de cosas triviales hasta pasada la media noche. Las bromas iban y venían, al igual que el sarcasmo y las palabras en doble sentido. Me sentía más relajada, riendo por lo que ellos decían y por todo lo sucio rico que pasaba por mi mente.

Cuando Tanner salió del apartamento a responder una llamada que según le causaba dolor de huevos, no puede soportar más y le lancé la pregunta a Holden, recibiendo como única respuesta una risa incontrolable.

—¿De dónde sacas eso, mujer?

—Viven juntos, tienen buena química y se la viven de arriba abajo. No los he visto con una sola mujer y tampoco han mencionado que tangan novia.

—Somos amigos desde que teníamos como cinco años. Nos criamos juntos, lo considero un hermano más —volvió a reír, pero esta vez se acercó tanto a mí que pude percibir su tibio aliento en mi mejilla—. Si sientes tanta curiosidad sobre mi orientación sexual, ¿por qué no lo descubres por ti misma?

—No hace falta, gracias. Me basta con que me digas que no te van los hombres.

—Pero para quedar claros no hay nada más efectivo que los hechos —acercó su boca a mi oído y sentí el roce de su mano en mi cadera—. Me van las mujeres, así fieras, rubias, candentes y con un culo precioso —el calor de su boca me hizo estremecer y presionar las piernas—. No neguemos la tensión que nos envuelve, belleza.

—Ya estás ebrio y no sabes lo que dices —mi voz sonó algo agitada. 

Soltó una risita y su nariz rozó mi oreja, alterando no solo los latidos de mi corazón, sino también todos mis sentidos.

—Tengo buena resistencia.

—Tendría que ver para creerte —giré mi rostro hacia él y nuestras bocas quedaron muy cerca—. Por más atractivo y comestible que estés, no estoy interesada de enrolarme contigo ni ahora ni nunca.

—No digas que no cuando no sabes lo que pueda pasar en un futuro no muy lejano —su aliento se mezcló con el mío y sentí la inmensa necesidad de adueñarme de sus labios—. Entiendo que ahora estás herida, pero no vas a durar toda una vida así. Cuando te des cuenta que existen más hombres en este mundo, disfrutarás de retozar en mí.

—Sigue soñando, demente —lo empujé y reí—. Por poco me trago tu broma.

—Te la vas a tragar un día, ricura —no había rastro de burla en su voz. 

—Maldito asqueroso.

Pero lejos de sentirme ofendida por su manera guarra de hablar, reí y él lo hizo conmigo. Se enderezó en el sofá y me di cuenta cuando se alejó que su cercanía me había afectado. Muchas cosas sexuales han pasado por mi cabeza, no voy a negarlo porque el hombre está que se cae de lo bueno, pero jamás me metería en su cama. Eso no pasará ni hoy ni en un millón de años, porque sencillamente él es mi vecino y compañero de trabajo y no me apetece volver a pasar por lo mismo.

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