Marco no se había afeitado la barba en dos días. Lo tenía sin cuidado su aspecto y no se miraba al espejo porque estaba seguro de que parecía un loco.
Había estado sentado en el tercer peldaño de la escalera, escuchando a Helena gritar hasta que se había quedado ronca. Luego había ido por una botella de whisky o de vodka, ya no sabía ni qué tomada, y se había quedado dormido y borracho junto a la alberca.
De eso habían pasado ya dos noches.
Se acercó a la despensa y sacó pan y un poco de queso, hizo un sándwich como pudo y lo puso en un plato. Llegó a la cima de la escalera y abrió la puerta con el mayor silencio que pudo.
Helena estaba hecha un ovillo junto a la ventana. El estómago se le hizo un nudo cuando la vio, pero apretó los dientes porque no podía darse el lujo de exteriorizar esas