–¿Mal de amores? –dudó Leo al entrar a la oficina.

No entendí muy bien su pregunta.

–¿A qué te refieres?

–Pues estás suspirando y eso solo pasa cuando hay mal de amores –señaló –. Y no creo que sea Collin porque cuando hablas de él, tu reacción es más de gruñido de enojo que de amor.

–No quiero saber más del amor jamás en la vida –fruncí las cejas –. Al contrario, quiero liberarme de Collin para no volver a saber de ningún hombre.

–¡Oye!

–Habló de situaciones románticas, no de amistades y familia.

Recordé a Jojo, seguramente estaría muy triste el día en que ya no llegue a su casa, hoy debo verlo y no quiero mentirle, pero tampoco quiero romperle el corazón.

–Ves ahí está –señaló.

–¿Qué cosa? –dudé.

–El suspiro, es mal de amores.

–Eres tonto –reproché –. Hoy debo ir a una cena familiar con los Fritz y veré a Joseph, el abuelo de Collin, no quiero mentirle, pero sé que si le digo que me voy a divorciar se sentirá fatal.

–Te llevas muy bien con él, cierto.

–Así es –me deje caer sobre el