Capítulo 16

El resto de la noche, desde que dio la vuelta de la cabaña del guardabosques, se la pasó dando vueltas en la cama mientras imaginaba la cara que pondría Cala cuando viera el cochecito. En cambio, Namid respiraba pesadamente sumido en un sueño profundo que a Yuma le hacía sentir cierta envidia.

Apenas comenzó a amanecer, Yuma volvió a escabullirse de su cama y se coló en el dormitorio de Cala. Se agachó a su lado, muy cerca de su rostro y, de nuevo, sintió aquella ternura que las facciones finas y pequeñas de Cala le inspiraban. Tenía el brazo derecho doblado por el codo y su mano, abierta y completamente relajada le rozaba los labios con la punta de alguno de los dedos.

Yuma posó su mano sobre la de ella. Le doblaba el tamaño, luego acarició suavemente su nariz respingona haciéndola cosquillas y ella se apartó sin abrir los ojos.

—Caaaalaa

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