Ayla vio al hombre sentado en el piano quien al verla de manera instantánea dejo de tocar.

Era el, su rostro, sus ojos, su boca, era Murat, el hombre que en medio de su dolor pedía a Allah que estuviera vivo.

El estaba vivo, ahora entendía porque siempre lo sintió tan cerca de ella, porque no se resigno a su perdida, porque seguía alimentando una esperanza insensata.

Era el hombre que más amaba y que una vez mas le había mentido y la había obligado a vivir una vida de dolor, soledad, separación y muerte.

Porque estar sin el para ella era estar también muerta en vida.

Lo amaba y lo odiaba.

Paula M.

Aman o odian a Murat

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