Phillip Edwards
En mi familia siempre me dijeron que el día que tuviera mis hijos vería el mundo de manera diferente, no se equivocaban. A pesar de nacer en el seno de una familia adinerada, aprendí a trabajar con más empuje y ganas cuando llegó al mundo mi hermosa Camila; deseé tener muchos hijos, pero amada esposa tuvo complicaciones en el parto por lo que decidimos que era mejor o tener más hijos.
—¿Estás bien? Has estado pensativo y dando vueltas en la cama. ¿Qué te sucede?
—Tengo algo que no puedo sacarme de la cabeza.
Mi esposa se levanta y enciende la luz de la lampara que está en la mesa de noche, sentí como se acercó y pasó sus manos por mi espalda, dejó un beso y volvió a preguntar.
—¿Qué tienes? Si tienes algo para decir, dime, estoy para escucharte.
—Lamento esto, espero que entiendas y respetes mi decisión. Quiero que pienses en Camila y en su futuro.
—¿De qué estás hablando?
—Me reuní con alguien que nos puede ayudar.
—¡Eso es bueno! Oh, me alegro mucho, mi amor.
—Le ven