Franco
—¿No quieres quedarte un poco más?
—No, Melli. Es tarde, es mejor que nos vayamos. Mira la hora que es.
—Calma, ven aquí.
Mellisa me toma del brazo y me hala hacia ella, hasta el lugar donde estábamos acostados.
—Melli, por favor, es hora de irme.
—Franco, dijiste que te quedarías toda la noche; podemos hacer como siempre hacemos. En la mañana muy temprano te organizas y de aquí al trabajo, normal.
—No, ahora que lo pienso bien, es mejor irme a casa. Ya hemos disfrutado gran parte de la noche y de la madrugada, es momento de volver.
—Vas a quitarme la comodidad, aquí estamos bien. Si durante tanto tiempo no te ha molestado, ¿Por qué ahora sí?
—Es que en casa pasan muchas cosas últimamente y no me gustaría que algo pasara y estar por fuera.
—¿Qué puede pasar a esta hora?
Melli me abraza e intenta besarme.
—Mellisa, te dije que ya no más.
—Franco ¿Qué pasa contigo?
Solté sus brazos y salí de la cama, me vestí y recogí mis cosas.
—¿Quieres decirme que te pasa? ¿Cuál es el problema