Capítulo 30

Dixon.

Dixon observó los pétalos rojos sobre la gris alfombra. Eran la prueba de que Chantal había estado ahí. Tal vez Émile tenía razón, tal vez si seguía con su juego detrás de la rizada solo terminaría haciéndole daño. O lo que es peor, el daño lo terminaría recibiendo él, y ese era un precio que no estaba dispuesto a pagar.

Él no era de ese tipo de hombres, que se derrumbaba y moría por lo que hay entre las piernas de una mujer. Él era quien las hacía desfallecer ante el deseo y el placer que les proporcionaba. Al que perseguían, al que anhelaban tener tomándolas de espalda para luego gritar su nombre. Él era digno hijo de su padre: Daniel Derricks, justo como él le había enseñado a ser, y no podía luchar contra la costumbre de poseer mujeres por diversión, o al menos eso creía. Ya que, desde el momento en que "la bola de pelos" le confirmó que él sí le gustaba, se le desarmó algo dentro que no le dejaba concretar lo que se suponía que debía hacer, y eso le preocupaba. Más aún cua
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