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Capítulo 2. Cruel traición.

POV Isabella.

Pero no mostré mi rabia ni mi parte vulnerable delante de Jeremy. Luego, con firmeza, dije sin titubear:

—No estoy de acuerdo.

Jeremy le puso un precio muy alto a ese divorcio, parecía que le urgía. Noté una cantidad muy grande que recibiría con ese divorcio.

—El divorcio es lo mejor para los dos —dijo Jeremy.

—Pero apenas llevamos dos meses de casados y en el contrato de matrimonio se estableció un tiempo mayor. El dinero es lo de menos —dije, mientras miraba los ceros que se destacaban en el contrato.

Puse una ligera sonrisa y dije:

—Señor Walton, no voy a aceptar su petición de divorcio. Que usted no quiera este matrimonio no es mi decisión, presidente. Si no tiene nada más que decir, me voy.

Entonces me levanté y me fui sin dudar. Pero la sonrisa de mi cara desapareció apenas salí de la sala de juntas.

De pronto, mi teléfono volvió a sonar. Era mi madre, Rosa Rodríguez, quien me llamaba desde México.

—¡Mamá! —respondí con una sonrisa, aunque ella notó un leve toque de tristeza en mi voz.

—¿Qué te pasa, Isa? ¿Cuándo nos vas a presentar a Jeremy? Tu padre y yo queremos conocerlo.

«Mamá, me temo que eso no será posible. Jeremy me ha pedido el divorcio», pensé para mis adentros.

—Mamá, Jeremy es un hombre muy ocupado. Por ahora no es posible viajar a México, tiene muchos compromisos aquí en Seattle.

Mi madre, con algo de desilusión, me dijo:

—Isa, estás sola en Estados Unidos. Tu padre quiere tener una charla de hombre a hombre con él, no por teléfono, pero ni modo, el trabajo es importante. Asegúrate de recordarle a Jeremy que cuide su salud, cariño.

—De acuerdo, mamá.

Al colgar la llamada con mi mamá, por primera vez me di cuenta de lo difícil y doloroso que era mentir. Sentí un nudo en el estómago.

No era solo ocultar la verdad, sino también fingir que todo estaba bien cuando por dentro me sentía completamente rota.

Cada palabra que dije para evitar que mi mamá se preocupara fue como una puñalada. Me di cuenta de que, aunque quería protegerla, al mismo tiempo me estaba haciendo daño a mí misma.

Era una carga muy pesada llevar ese secreto, y la idea de tener que seguir mintiendo sobre mi matrimonio me agobiaba.

Nuestro matrimonio, el de Jeremy y el mío, fue por un acuerdo, algo arreglado. La verdad es que no nos conocíamos bien. Por eso, mis padres estaban preocupados y mi papá tenía tanto interés en conocer a su yerno.

Más tarde, llegué a casa exhausta del largo día, con la solicitud de divorcio aún en la cabeza. Me senté en el sofá y encendí la televisión.

Una noticia me llamó la atención: la prensa del corazón mostraba la foto de una mujer que sonreía con timidez mientras un hombre le ponía la mano en la cintura.

Parecían una pareja feliz, y él la protegía como un caballero. Si la pareja hubiera sido otra, habría pensado que se veían dotados de hermosura. Sin embargo, el hombre que acompañaba a la mujer era Jeremy.

«El presidente de la corporación Walton protege a su nueva novia en público», decía el titular de las noticias.

Reconocí a la mujer; era una celebridad, una modelo muy famosa que había ganado reconocimiento hacía poco. La voz en off de la foto era una entrevista con la modelo:

—Bueno, Jeremy fue la razón principal por la que me convertí en la modelo principal de la campaña. No habría podido lograrlo sin él, sin su apoyo.

Apagué el televisor, entendiendo ahora el apuro de Jeremy por divorciarse. Me quedé fría mientras pensaba:

«¡Claro es evidente! El presidente Walton podría convertir a cualquiera en celebridad, él tiene los recursos y la influencia. ¡Maldición!».

Con el corazón apretado, fui a la cocina para intentar tranquilizarme, preparándome un té. Aunque Jeremy es un hombre con mucho dinero, yo no quise tener sirvienta. Una vez más calmada, decidí arreglar un poco la casa; de la impresión hasta el hambre se me había quitado.

Aunque Jeremy quería el divorcio, yo creía que él podría cambiar de opinión con el tiempo si me esforzaba por ganarme su corazón.

Así, desistiría del divorcio. Siempre estuve muy enamorada de él en secreto, hasta que parte de ese sueño se hizo realidad al convertirme en su esposa. Ahora, el fugaz sueño es solo una pesadilla.

Aunque solo estuvimos casados dos meses, yo hice todo lo posible por ser una buena esposa. Aprendí a cocinar y a cuidar el hogar con esmero, siguiendo los consejos de mi madre a la distancia.

Sin embargo, a Jeremy poco le importaban mis esfuerzos; nunca me tomó en cuenta. Para él, yo siempre fui su empleada, su asistente personal, un miembro más de la empresa que dirigía.

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