Anton se había acostado con la sensación de haberlo arruinado todo. La noche anterior había sido un desastre. Se sentía incapaz de preguntarle a Yalens sobre su relación con Leroux, y ese silencio se había convertido en una barrera entre ellos. Hoy era la carrera, pero su mente estaba en el aniversario de bodas de mañana. Sabía que tenía que arreglarlo.

Una agitación en su pecho lo hizo saltar de la cama. Se sobresaltó cuando la puerta de la habitación de Yalens se abrió. No la había oído levantarse y el sol aún no asomaba. Se levantó rápidamente, abrió su propia puerta y la vio. Se dirigía hacia la salida de la mansión.

—¿A dónde vas? ¿No vamos a ir los dos a Hockenheimring? —preguntó Anton desde lo alto de la escalera, con la voz llena de confusión.

Yalens regresó su mirada hacia el hombre, su rostro enmarcado por unas gafas de sol que parecían demasiado grandes para la tenue luz del amanecer. Levantó una ceja y negó con la cabeza, una sonrisa burlona asomando en sus labios.

—Pue