Aitor tragó la saliva, observó a los ojos a Aby. No había calidez en la mirada de ella, solo seriedad y actitud defensiva. Él se dio cuenta de que su desconfianza fue la que enterró a la inocente y pura de corazón Abigaíl, y ese era el mayor verdugo de todos.
—Aby, no quiero separarte del niño. Cálmate. Solamente deseo estar cerca de mi hijo —expresó con voz pausada.
—Esto no puede ser. ¡Aléjate de Jake! ¡Ve a esperar al que está en el vientre de Kendra, ese es el hijo que tanto anhelas! ¡Ese es tu heredero, y ella la única mujer en la que crees! —resopló agitada.
—No digas estupideces Aby, ahora te creo y estoy seguro de que Jake es mi hijo. Discúlpame por no confiar antes. —La miró con una expresión de arrepentimiento.
Aby solamente negó con la cabeza.
—Es demasiado tarde. Si las disculpas funcionan, ¿para qué sirven las leyes? —cuestionó con cinismo.
—La ley me ayudará a conseguir a mi hijo, no puedes detener esto Aby.
Aby sintió un estremecimiento, inhaló profundo.
—P