La Fontana di Trevi me hipnotizó, me llevó a un mundo paradisíaco dónde sólo existíamos los dos.
—Señorita, ¿me puedo sentar a su lado?
—Claro, disculpe estaba distraída.
Veo mi reloj y me doy cuenta que es tarde, ya la tarde está cayendo, me levanto y me despido de la fuente, por supuesto ya hace bastante rato que lancé mi moneda a la fuente.
Me subo al transporte para irme a mi casa, reviso mi teléfono, ¡Santo, Dios! tengo varias llamadas perdidas de Richard.
—No Richard, no te voy a llamar, no quiero empañar está tarde mágica que tuve con mi Marlon.
Llego a la casa y lo primero que veo son los brazos extendidos de mi bebé, que viene corriendo para abrazarme.
—Mi niño bonito, extrañaste a mamá, ven acá dame un beso.
—Hola Fernanda.
—Hola señora Isabella.
—Cuéntame de los cursos, ¿qué averiguaste?
—Todavía no sé nada.
—¿ Y eso por qué?
—Decidí tomar la tarde para pasear, caminé por algunas calles del centro y luego