Una semana después…
Había pasado una semana desde el accidente de Nelson; fueron días sumamente difíciles, pero su condición delicada había mejorado. El médico decidió trasladarlo de la unidad de cuidados intensivos a una habitación privada para que continuara allí con su recuperación. Sin embargo, junto con esta buena noticia, llegó el momento inevitable: debíamos revelarle la verdad sobre su invalidez permanente.
Esa mañana, me levanté temprano y me dirigí directamente a la clínica. Necesitaba estar allí cuando el médico le diera la devastadora noticia. El peso de ese momento me oprimía; sabía lo difícil que sería para Nelson, especialmente considerando su vida social activa que ahora se veía truncada. Y cada minuto que pasaba me sentía más responsable por su desgracia.
(…)
Mientras caminaba por el pasillo hacia las habitaciones de los pacientes, me encontré cara a cara con Luis José, lo cual me sorprendió.
—¿Qué haces aquí? le espeté.
—Hola, Ana Paula, respondió con calma.
—¡Te hic